Hace ya 150 años que Charles Darwin propuso que los humanos se originaron en África a partir de un ancestro que era distinto a cualquier otra especie conocida. El naturalista británico, sin embargo, no pudo establecer las relaciones de parentesco entre los humanos y los primates antropomorfos actuales antropomorfos actuales (gorilas, chimpancés, orangutanes y gibones) debido al escaso registro fósil disponible. Desde entonces, el número de especies que se han descrito en el árbol evolutivo de este grupo ha aumentado de forma muy notable y los restos paleontológicos descubiertos se han convertido en elementos clave para reconstruir la su historia evolutiva.
Ahora, un artículo publicado en la revista Science por personal investigador del American Museum of Natural History (AMNH), el Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont (ICP) y del NYIT College of Osteopathic Medicine analiza los principales hallazgos fósiles de este último siglo en el linaje humano y revela que muchas de las hipótesis que se han elaborado desde los tiempos de Darwin sobre la evolución humana no son compatibles con la información que proporcionan los fósiles.
"Hay dos grandes tendencias en la comunidad científica a la hora de valorar el papel del registro fósil de primates antropomorfos en nuestra historia evolutiva", explica Sergio Almécija (AMNH). "Mientras que algunos rechazan que estos hallazgos sean relevantes en el debate sobre los orígenes del género humano, otros pensamos que juegan un papel clave", comenta el investigador. Según Almécija, muchos estudios no tienen en cuenta que los hominoideos actuales (humanos, chimpancés, gorilas, orangutanes y gibones) son sólo los supervivientes de un grupo que en el pasado era mucho más grande y diverso.
"Los estudios moleculares indican que los humanos y los chimpancés compartimos un último antepasado común que vivió durante el Mioceno superior, hace entre 9 y 7 millones de años", explica el coautor del estudio David M. Alba (ICP). "Y es imposible reconstruir cómo era este último ancestro común sin la ayuda del registro fósil", concluye Alba.
El último antepasado común de chimpancés y humanos representa el punto de partida de la evolución humana (y de los chimpancés).
Los primates fósiles juegan un papel clave para reconstruir la naturaleza de nuestros ancestros. Reproducida con permiso del autor: © Christopher M. Smith
Hay dos enfoques principales para resolver el problema de los orígenes humanos: "de arriba abajo", que se basa en el análisis de los primates vivos (especialmente los chimpancés) y "de abajo arriba", que da importancia al árbol más extenso de primates y que incluye las especies extintas. Los autores del estudio consideran que las distintas hipótesis actuales sobre los antropomorfos y la evolución humana serían mucho más precisas si, además de estudiar los primeros homininis y los primates actuales, también se incluyese en la ecuación los primates del Mioceno. "Dicho de otro modo, los primates antropomorfos fósiles son esenciales para reconstruir el punto de partida desde el cual evolucionaron los humanos y los chimpancés", comenta Ashley Hammond (AMNH).
Los humanos comparten muchas características morfológicas con los primates antropomorfos actuales, pero también presentan características únicas relacionadas con el bipedismo habitual, la manipulación, la cognición, la dieta, y el comportamiento sociosexual. Durante mucho tiempo se consideró que los gorilas y los chimpancés estaban más estrechamente emparentados entre sí que con los humanos y algunos investigadores postulan que los humanos han evolucionado mucho y consideran a los chimpancés casi como "fósiles vivientes", que habrían mantenido gran parte de las características de este último ancestro común, a menudo conocido por su acrónimo en inglés, LCA (“Last Common Ancestor”).
"Si pensamos en la forma de desplazarse, por ejemplo, los humanos somos bípedos y los chimpancés caminan principalmente apoyados sobre los nudillos de las manos", explica Salvador Moyà-Solà, investigador ICREA en el ICP. "Nadie puede saber con certeza cómo caminaba este ancestro común, pero pensamos que probablemente no lo hacía ni de una forma ni de la otra", afirma Moyà-Solà. Los autores del trabajo sugieren que el LCA era un animal arborícola, con un plan corporal ortógrado, es decir, con el torso erecto. En este sentido, la forma de desplazarse de los chimpancés sería un compromiso entre la locomoción arbórea y la terrestre, mientras que el bipedismo de los homininos representaría una mayor especialización en el desplazamiento por el medio terrestre y permitiría explotar mejor los recursos alimentarios en ambientes forestales más abiertos.
Artículo original:
- Almécija, S., Hammond, A. S., Thompson, N. E., Pugh, K. D., Moyà-Solà, S. & Alba, D. M. (2021). Fossil apes and human evolution. Science. DOI: 10.1126/science.abb4363