A menudo, las islas funcionan como laboratorios naturales para el estudio de la evolución, ya que son sistemas menos complejos que los continentales. Las características de aislamiento geográfico que dificultan las migraciones de especies, la limitación del espacio físico y la escasez de recursos alimentarios en los ecosistemas insulares contribuyen a patrones evolutivos comunes en las faunas que viven allí. Por lo tanto, los endemismos insulares son formas de vida que han evolucionado en condiciones muy diferentes a las del continente. En cambio, los ecosistemas continentales tienen una alta diversidad donde los depredadores terrestres ocupan el ápice de la pirámide trófica. En estos ecosistemas, la interacción presa-depredador es uno de los motores evolutivos más importantes. Escapar para no ser cazado y cazar para sobrevivir crea una dinámica evolutiva que moldea las capacidades (locomotoras, sensoriales y biológicas) de las presas y los depredadores.
Sin embargo, los depredadores terrestres están ausentes en las islas. Este hecho determina por completo las adaptaciones de los herbívoros que las habitan. Ya no tienen que escapar de los depredadores, por lo tanto, todas las adaptaciones que en el continente sirven para minimizar ser cazado ya no son necesarias. Reducen sus capacidades locomotoras, los órganos de los sentidos, el tamaño del cerebro, cambian su masa corporal y otros aspectos de su biología. Precisamente, los cambios en la masa corporal siguen una regla bien determinada conocida como ley insular o efecto isla (Island rule). Este patrón a menudo se manifiesta en el fenómeno del enanismo o el gigantismo, con especies que son significativamente más pequeñas o más grandes en las islas en comparación con sus homólogas continentales. Actualmente, no se conocen las causas de estos cambios de tamaño y su origen sigue siendo un misterio.
En el registro fósil hay muchos ejemplos que ilustran esta variación en el tamaño corporal. Una especie emblemática es el elefante enano de Sicilia (Palaeoloxodon falconeri). Se trata de una especie extremadamente pequeña en comparación con las especies de elefantes actuales, con aproximadamente un metro de altura y un peso de alrededor de 250 kilos. En Menorca encontramos el conejo gigante Nuralagus rex, que pesaba 10 veces más que un conejo actual. También en las Islas Baleares vivió Myotragus balearicus, una cabra enana que durante su evolución experimentó cambios importantes que afectaron especialmente al sistema locomotor y al tamaño, así como al sistema nervioso y alimentario. El enanismo, la reducción del cerebro y los cambios en la dentición son sus rasgos evolutivos más característicos.
El estudio encabezado por Roberto Rozzi (German Centre for Integrative Biodiversity Research (iDiv)), y publicado en marzo de 2023 en la revista Science, evaluaba cómo la evolución del tamaño corporal de las especies aumentaría la susceptibilidad a la extinción de los taxones endémicos insulares. Los autores establecen una relación causal entre las diferencias de tamaño de las especies isleñas, según la Island rule, y su vulnerabilidad ante el peligro de extinción, mediante correlaciones derivadas de modelos estadísticos (GLMM). Concluyen que hay una mayor probabilidad de extinción y de encontrarse en peligro en los taxones enanos y gigantes más extremos de las islas, pero no aexplican el origen de la causalidad que proponen ni ningún mecanismo que lo explique.
En una carta publicada en la misma revista que el artículo original, Köhler y Moyà-Solà responden a estas afirmaciones destacando que el hecho de que haya una correlación entre ambos aspectos no implica causalidad. En el texto, los investigadores señalan que los modelos estadísticos no revelan la estructura causal de los datos, por lo que es necesario realizar un análisis causal previo para identificar, ajustar y tener en cuenta posibles variables que influyen en la evolución de las especies insulares. Por ejemplo, Rozzi y el equipo investigador no han considerado como variable la historia vital (tamaño máximo del cuerpo, longevidad, edad de madurez y fecundidad), a pesar de ser componentes fundamentales de la adecuación biológica o eficacia (entendida como la proporción de genes de un individuo en los genes totales de la siguiente generación) de las especies que evolucionan para garantizar el éxito reproductivo a lo largo de su vida. Estos componentes de la eficacia (especialmente el tiempo hasta alcanzar la madurez sexual y la cantidad y calidad de los descendientes) son determinantes cruciales de la resiliencia de una población y, por lo tanto, de su vulnerabilidad.
Köhler y Moyà-Solà siguen argumentando que los modelos evolutivos insulares, basados en la evolución de la historia vital (LH, por sus siglas en inglés), muestran claramente que los cambios de tamaño son una consecuencia secundaria de los cambios en la tasa de crecimiento, la edad de madurez sexual y el patrón reproductivo, es decir, cambios en la LH. Proponen que se debería investigar la correlación entre los parámetros de la LH en lugar de los cambios de tamaño, porque los cambios en el tamaño corporal, de por sí, no son un mecanismo causal, ya que no incorporan los parámetros biológicos intrínsecos (componentes de la eficacia) que explican o causan el peligro de extinción.
Mientras que el equipo de Rozzi sugiere que se debería incluir el tamaño corporal dentro de los parámetros utilizados para determinar el peligro de extinción de una especie por parte de las agencias de conservación (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, IUCN), el personal investigador del ICP considera que esta sugerencia, además de pasar por alto el hecho de que las características de la life-history ya forman parte de los parámetros de la IUCN, puede llevar a errores graves en la estimación del peligro de extinción de una especie insular, errores que van más allá de una discusión meramente teórica.
Actualmente, la conservación de la biodiversidad se ha convertido en una emergencia, vemos como el impacto de las actividades humanas en la biosfera está alcanzando niveles devastadores. Se estima que alrededor de 150-200 especies de plantas y animales se extinguen diariamente de promedio. La rapidez de esta fase de extinción supera con creces la velocidad en la que han ocurrido las otras cinco grandes extinciones documentadas en la historia de la vida en la Tierra. En el caso de las islas, esta cuestión se agrava, ya que las biotas insulares son arrasadas cuando entran en contacto con la actividad humana. Por este motivo, Köhler y Moyà-Solà enfatizan que cualquier sugerencia sobre cómo enfocar la preservación de la biodiversidad en las agencias internacionales de conservación debe estar basada en fundamentos sólidos para evitar errores en las medidas de protección.
Imagen principal: Recreación del aspecto de Myotragus balearicus. Roc Olivé / © Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont. Con la colaboración de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología – Ministerio de Economía, Industria y Competitividad.