Los ecosistemas insulares han jugado un papel clave para el desarrollo de las ciencias biológicas. Un magnífico ejemplo es la teoría de la evolución, cuya idea fundamental fue concebida por Darwin observando la flora y fauna de las Galápagos. Zoólogos, ecólogos y evolucionistas han sido atraídos por su sencillez y excepcionalidad. Son ambientes con falta de recursos y energía, definidos por un número bajo de especies, una ausencia de depredadores terrestres y una alta competencia intraespecífica. Además, los caracteres morfológicos de los mamíferos insulares son únicos, destacando entre ellos una clara tendencia a modificar su tamaño corporal (conocida como “Regla de islas”). En ambientes insulares, los mamíferos grandes adquieren un morfotipo enano, mientras que los pequeños se vuelven gigantes. Así, durante el Plio-Pleistoceno, en la Mediterránea encontrábamos ¡elefantes enanos y conejos gigantes! Lamentablemente, la llegada del hombre a las islas desencadenó la extinción de la mayor parte de esta extraordinaria fauna.
La actual península de Gargano, situada en la costa oriental de Italia, constituía una isla durante el Mioceno tardío (8.8-7.5 Ma). Los yacimientos de Terre Rosse han proporcionado material de unos habitantes muy singulares: un artiodáctilo de cinco cuernos (Hoplitomeryx), una pica gigante (Prolagus imperialis), un enorme murino (Mikrotia magna) y ¡el insectívoro más grande conocido! (Deinogalerix, “musaraña terrible”), además de otros pequeños mamíferos. Mikrotia magna es la especie más abundante y característica de esta fauna. Distintos estudios han permitido conocer que M. magna se alimentaba de raíces, rizomas y probablemente también de pasto; y usaba sus incisivos superiores como palas excavadoras para poder llegar a dicho manjar subterráneo.
En un trabajo publicado recientemente en la revista Geobios, investigadores de la Universitat Autònoma de Barcelona y del Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont, han evaluado la evolución del tamaño corporal de M. magna durante el tiempo que habitó en la isla de Gargano. Para ello, se realizaron mediciones en elementos postcraneales de distintos yacimientos kársticos y, posteriormente, se aplicaron modelos predictivos del peso corporal. Los resultados evidenciaron claramente un aumento del tamaño corporal a lo largo de su evolución insular. Así el peso de M. magna rondaría los 1,3 kg en las fisuras más antiguas, e incrementaría hasta los 1,9 kg en las más recientes. La insólita cantidad de especies de roedores, conejos e insectívoros en Gargano, comportaría una feroz competencia por los recursos entre ellos. Este hecho imposibilitaría un tamaño tan aberrante como el obtenido en el análisis para M. magna, según los modelos biológicos de Palkovacs.
Figura 2. Húmeros y fémures de M. magna de la colección de la Università degli Studi di Firenze.
Escala = 1 cm. (Blanca Moncunill-Solé, CC BY-NC-ND 4.0).
Por lo tanto… ¿de dónde surgió M. magna? De acuerdo con los estudios estratigráficos y taxonómicos, nuestro estudio apunta a su procedencia de una isla vecina (mediante el llamado “jumping” entre islas de un paleoarchipiélago). Posiblemente, un ecosistema insular con menor competencia y más disponibilidad recursos fue el desencadenante del sorprendente tamaño de M. magna. Pero... ¿y como sobrevivió en Gargano? Mikrotia magna se estableció en la isla en un momento clave. Un cambio climático promovió los ambientes abiertos dónde esta especie era más competitiva. Además, ciertos taxones competidores directos se extinguieron. Así, M. magna tuvo los suficientes recursos para poder coexistir en ese ecosistema insular.
Imagen principal: Figura 1. Blanca Moncunill-Solé, CC BY-NC-ND 4.0
Artículo publicado originariamente en UAB Divulga el 21 de noviembre de 2018. Texto: Blanca Moncunill.
Artículo original: Moncunill-Solé, B., Jordana, X., Köhler, M. Where did Mikrotia magna originate? Drawing ecogeographical inferences from body mass reconstructions. Geobios, 2018, 51 (4), 359-366. DOI: 10.1016/j.geobios.2018.06.006